El Barça no ha tenido nunca mayor enemigo que sí mismo. El club catalán tiene una extraña habilidad para golpearse donde más duele. Las palabras de ayer de Tito Vilanova han hecho más daño a Guardiola que tres años de ruedas de prensa de Mourinho. El actual inquilino del banquillo culé trasladó un asunto privado a un escenario público y lo hizo por una cuestión personal y no profesional. Las balas de fogueo han dejado paso a las de verdad.