El Barça no ha tenido nunca mayor enemigo que sí mismo. El club catalán tiene una extraña habilidad para golpearse donde más duele. Las palabras de ayer de Tito Vilanova han hecho más daño a Guardiola que tres años de ruedas de prensa de Mourinho. El actual inquilino del banquillo culé trasladó un asunto privado a un escenario público y lo hizo por una cuestión personal y no profesional. Las balas de fogueo han dejado paso a las de verdad.
Tito no cuestionó al entrenador; cuestionó al amigo, a la persona. No era necesario salvo que Tito lo deseara. Las peores heridas son las que no se cierran y esta no ha dejado de sangrar desde que el número dos aceptara el puesto de Pep. La herida, convertida ya en una peligrosa hemorragia, necesita ahora cirugía urgente con experimentados especialistas, y da la sensación que ni Rosell ni Zubizarreta cumplen el perfil.
No es fácil la papeleta del presidente más votado en la historia del Barça –y seguramente el más acomplejado que haya ocupado el cargo-. En discurso le supera con creces Guardiola –y casi cualquiera- y Cruyf y Laporta le sacan varios cuerpos de ventaja a la hora de manejar el ‘entorno’. A su favor, la prensa –siempre con el poder, a contra natura de su razón de ser- y los socios –aún desconfiados por todo lo acontecido en la era Laporta-.
La cantera
En lo deportivo, desaparece un modelo. Thiago, Deulofeu, Cuenca, Rafinha, Fontás, Muniesa, Dos Santos y Bojan no vestirán la zamarra del Barcelona la próxima temporada. Otros, como Tello y Sergio Roberto, les espera –siendo optimistas- un papel secundario.
Nuevos tiempos en Can Barça; mejor dicho, viejos tiempos.
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