Sandro Rosell intentó ayer apaciguar los ánimos y rebajar la crispación entre su club y el Real Madrid. El presidente del Barcelona echó mano del ‘seny’ catalán -‘sentido común’- para definir la línea de actuación de su Junta al mismo tiempo que reconocía la decisión de no denunciar a Mourinho para no echar más leña al fuego. Rosell, de esta forma, mantenía el estilo marcado por su entrenador para vender ‘la buena imagen del Barça’, aquello que en Madrid se cataloga como ‘somos los más buenos y los más guapos’. Esa ‘pose’ que desde hace un tiempo a esta parte todo azulgrana intenta mostrar en público y que tanto saca de quicio al madridismo por entender que tal comportamiento conlleva mucho de hipocresía, cinismo, falsedad y doble moral, y cuyo único objetivo es dejar siempre como el ‘malo de la película’ al mismo. Por eso, no es de extrañar que horas más tarde y minutos antes de que comenzara el Trofeo Joan Gamper, el Camp Nou apadrinara el nacimiento de un nuevo héroe, Tito Vilanova, aclamado por todo el estadio en la presentación del equipo previa al encuentro ante el Nápoles. Es la última víctima del demonio ‘Mou’.
El máximo mandatario culé sólo tuvo una ‘salidita’ de tono, aceptable y justificable por el público al que estaba dirigido el acto (Congreso Mundial de Peñas barcelonistas) y un incumplimiento de palabra. La primera fue cuando Rosell sacó pecho en lo deportivo para destacar que “veníamos de la playa y le ganamos un título a un equipo mucho más preparado y con muchas más expectativas”. La promesa no cumplida tiene que ver con la lengua utilizada para dirigirse a los peñistas, el catalán. Siendo éste un idioma oficial y siendo muy respetable su uso, el presidente del Barça, justo hace un año en el mismo acto, realizó su discurso en castellano asegurando entonces que lo hacía “para un mejor entendimiento de todos los presentes”. Este guiño fue interpretado en su día como una enmienda a su antecesor en el cargo, Joan Laporta, empeñado durante su mandato en hablar catalán ante aficionados ‘culés’ que no hablaban tal idioma. 365 días han bastado para que Rosell faltara a su palabra.
P.D. Resulta curioso que Barcelona y Real Madrid, más alejados que nunca, compartan un punto en común: los dos clubes se han puesto en manos de sus entrenadores. Pep Guardiola ejerce de presidente en el Barça y siempre marca el paso a Rosell; Florentino otorgó plenos poderes a Mourinho en el Real Madrid y el portugués obra en consecuencia.
El máximo mandatario culé sólo tuvo una ‘salidita’ de tono, aceptable y justificable por el público al que estaba dirigido el acto (Congreso Mundial de Peñas barcelonistas) y un incumplimiento de palabra. La primera fue cuando Rosell sacó pecho en lo deportivo para destacar que “veníamos de la playa y le ganamos un título a un equipo mucho más preparado y con muchas más expectativas”. La promesa no cumplida tiene que ver con la lengua utilizada para dirigirse a los peñistas, el catalán. Siendo éste un idioma oficial y siendo muy respetable su uso, el presidente del Barça, justo hace un año en el mismo acto, realizó su discurso en castellano asegurando entonces que lo hacía “para un mejor entendimiento de todos los presentes”. Este guiño fue interpretado en su día como una enmienda a su antecesor en el cargo, Joan Laporta, empeñado durante su mandato en hablar catalán ante aficionados ‘culés’ que no hablaban tal idioma. 365 días han bastado para que Rosell faltara a su palabra.
Silencio
El Real Madrid guarda silencio. Tal vez porque da por perdida la guerra dialéctica, consciente del mejor funcionamiento del aparato propagandístico del Barça y también, por qué no decirlo, porque el juego preciosista de los de Guardiola les hace tener a más gente de su parte. En el Santiago Bernabéu prefieren tener la boca cerrada. Mejor dicho, Mourinho quiere a todos mudos. Al portugués no le gusta aquello que no puede controlar y las apariciones públicas de sus jugadores no le hacen ninguna gracia. Jorge Valdano, para alegría de ‘Mou’, ya no está en el club y por encima del portugués sólo está Florentino Pérez, poco dado a hablar y menos si lo tiene que hacer para enmendar la papeleta a un entrenador al que ha concedido plenos poderes.
Al Real Madrid le incomoda su actual ‘rol’ –el malo de la película- pero todo apunta a que nada va a hacer para cambiar tal circunstancia. El presidente no mueve ficha y Mourinho tiene a las suyas controladas.
P.D. Resulta curioso que Barcelona y Real Madrid, más alejados que nunca, compartan un punto en común: los dos clubes se han puesto en manos de sus entrenadores. Pep Guardiola ejerce de presidente en el Barça y siempre marca el paso a Rosell; Florentino otorgó plenos poderes a Mourinho en el Real Madrid y el portugués obra en consecuencia.
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