El Atlético ha logrado cuatro títulos
europeos en dos años, algo que solo ha hecho el Barcelona. No hablo, lo digo para
los malpensados, de una hegemonía rojiblanca en Europa pero el Atlético, de la
mano de Simeone, vuelve a ser grande. El Atlético de Madrid jugó en Mónaco como
en sus mejores tiempos. Fue un Atlético puro, fiel a su genética y a su
historia. Sentando cátedra al contragolpe y, tal como reza una estrofa de su himno, jugando, ganando y peleando como el mejor.
Para ser grande, además de tener capacidad
futbolística para ello, hay que desearlo y el ‘Cholo’ lo desea, y así se lo ha
inculcado a sus jugadores. Es el entrenador ideal –por pasado, carácter y, por
lo visto, por formación,- para un buen equipo que cuenta con una estrella
mundial. La plantilla rojiblanca de hoy tiene más virtudes que defectos. Éstos,
que haberlos haylos, se compensan con corazón, con orgullo. Antes de la llegada
del técnico argentino, las imperfecciones, lejos de atenuarse, se acentuaban
precisamente por todo lo contrario.
Simeone cree en su equipo, cree en el
Atlético de Madrid. Está convencido de lo que hace y de lo que puede hacer. Nada
que ver con Quique Sánchez Flores que, tras conseguir en el curso 2009-2010 los
mismos títulos que el ‘Cholo’ –Europa League y Supercopa de Europa-, afirmó ser
“superconsciente” de que lo de esa temporada tardaría “40 años en volver a pasar”. Hace
bien el técnico madrileño en ganarse la
vida en los banquillos y no con la bola de cristal.
Dicho lo cual, ahora llega lo más difícil.
Simeone debe mantener su perfil bajo, los jugadores seguir creciendo y el club
buscando vías de financiación que permitan la estabilidad, tanto económica como
deportiva.
Te quiero atleti, lo,lo,lo
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