El relato de Atilio Costa Febre nada más consumarse el descenso de River ya se encuentra en los anales de la historia de la radio deportiva. El tono, las palabras y el sentimiento del famoso periodista han sorprendido sobremanera en este lado del charco. En Sudamérica llevan ejerciendo desde hace años un periodismo con camiseta y un discurso así –sin ser tampoco habitual en la agresividad de los términos y la contundencia de los mismos- no resulta tan excepcional allí como aquí.
En España, desde hace unos años, también se lleva por parte de los periodistas la ‘moda’ de confesar los colores futbolísticos. La excusa para tal declaración es la transparencia; no engañar ni ocultar datos al oyente, al telespectador o al lector. Es un intento, dicen, de acercarse lo más posible a la objetividad. Pero más bien se ha logrado el efecto contrario. El profesional de la comunicación deja de serlo cuando se enfunda una camiseta para convertirse en un forofo. Deja de ser un periodista cuando pierde toda su capacidad crítica. Deja de ejercer un servicio a la sociedad cuando se autocensura por no morder la mano que le da de comer en forma de filtraciones, rumores, noticias interesadas o, muy de vez en cuando, alguna primicia. Allá se reconoce la pertenencia a un equipo desde el punto de vista sentimental pero sin que esa pasión anule la labor del periodista. Más bien al contrario, allí los ‘plumillas’ más incómodos para los clubes son aquellos que se reconocen seguidores de tales conjuntos. Son los más exigentes, los más críticos y los menos benévolos. Sólo así contribuyen a mejorar al club de sus amores. Sólo así logran ser grandes periodistas.
En España, desde hace unos años, también se lleva por parte de los periodistas la ‘moda’ de confesar los colores futbolísticos. La excusa para tal declaración es la transparencia; no engañar ni ocultar datos al oyente, al telespectador o al lector. Es un intento, dicen, de acercarse lo más posible a la objetividad. Pero más bien se ha logrado el efecto contrario. El profesional de la comunicación deja de serlo cuando se enfunda una camiseta para convertirse en un forofo. Deja de ser un periodista cuando pierde toda su capacidad crítica. Deja de ejercer un servicio a la sociedad cuando se autocensura por no morder la mano que le da de comer en forma de filtraciones, rumores, noticias interesadas o, muy de vez en cuando, alguna primicia. Allá se reconoce la pertenencia a un equipo desde el punto de vista sentimental pero sin que esa pasión anule la labor del periodista. Más bien al contrario, allí los ‘plumillas’ más incómodos para los clubes son aquellos que se reconocen seguidores de tales conjuntos. Son los más exigentes, los más críticos y los menos benévolos. Sólo así contribuyen a mejorar al club de sus amores. Sólo así logran ser grandes periodistas.
¿Sabes lo que le dijo la sartén al cazo?, apártate que me tizno. Pues eso, que se nos notan un poquito los colores...
ResponderEliminar... aunque realmente lo que más me preocupa es la moda que hay en España por parte de profesionales dedicados al mundo de la comunicación en confesar su homosexualidad. Y a mí personalmente, que coño me importa con quién se acueste cada uno y de qué equipo sean las sábanas de su cama.
CONCLUSION: El mundo de la comunicación en éste país deja mucho que desear...