Mourinho demostró anoche que no es de aquellas personas que tropiezan dos veces sobre la misma piedra. El portugués ideó sobre el césped de Mestalla un plan que le salió a las mil maravillas. El Real Madrid desactivó el juego del Barça para llevarse la Copa del Rey 18 años después. Fue un partido de los de antes en los que ambos contendientes se emplearon sin límites y exhibieron su mejor fútbol, cada uno a su estilo, muy antagónico uno de otro.
El Real Madrid jugó al Barça de la misma manera que le han jugado los equipos que le han hecho algo de daño a los de Guardiola durante el presente curso (Villarreal, Valencia y Betis): presión adelantada para impedir la salida del Barça con el balón jugado. Pero lo dibujado en la pizarra había que plasmarlo sobre el terreno de juego y el Real Madrid lo hizo con un derroche de facultades físicas y una fiereza desconocida en los últimos tiempos. Para empezar, el portugués no alineó a ninguno de los tres ‘teóricos’ delanteros con los que cuenta en nómina. Para mí, sin embargo, contó con el mejor de ellos para esa posición: Cristiano Ronaldo. Pepe como émbolo en el centro del campo y a su alrededor el sacrificio y la solidaridad de todos sus compañeros. El resultado de esa primera mitad fue ver a un Barça desconocido que no pisó las inmediaciones del área de Casillas. El entramado defensivo blanco, 15 metros más adelantado de lo habitual, le permitió, además, ser una amenaza constante en ataque. El 0-0 al término de los 45 primeros minutos fue lo mejor que lo pudo suceder al Barça, aturdido por el juego, el vigor y la fe de los de Mourinho. El Real Madrid se fue al túnel de los vestuarios frotándose los ojos por lo acontecido. Por primera vez en mucho tiempo, el blanco había superado a lo azulgrana.
En la segunda mitad, giro de 180 grados. El guión de los segundos 45 minutos fue el que estaba inicialmente previsto por todos. Abrumadora posesión del Barça y un Real Madrid arrinconado en su campo a la espera de una contra. Alguna corrección de Guardiola entre acto y acto, superada la sorpresa inicial ante el planteamiento de su homónimo en el banquillo blanco, y el bajón físico de los jugadores del Real Madrid posibilitó ver al Barça más tradicional. Los azulgranas, fieles a su manual futbolístico, martillearon el área defendida por Casillas que una vez más volvió a ser San Iker, un portero cuyo rendimiento va siempre en proporción a la exigencia del partido. Según pasaban los minutos aumentaba la convicción de que la Copa se iba a marchar rumbo a Barcelona pero en día de ayer las cosas que parecían que iban a suceder no sucedieron.
Ya en la prórroga, un partido diferente. Los dos equipos muy castigados físicamente y el Barça, tal vez, mentalmente. En el guión azulgrana el tiempo reglamentario no estaba escrito así que fueron los madridistas los que mejor se adaptaron a la media hora adicional. El gol de Cristiano dio la Copa al Real Madrid y de paso acabó con el complejo de inferioridad que éstos arrastraban respecto al Barça durante los últimos años.
Falta aún conocer el guión para las semifinales de Champions. Seguro que ahora nadie se aventura a adelantarlo.
Para mi la primera parte no fue para tanto... mi titular de la final es: si "Holanda hubiese tenido a Iker..."
ResponderEliminarEste partido se ganó por y con cojones.
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