Bendito aburrimiento

Hay personas que nunca serán felices. Son aquellas que ansían siempre lo que no tienen, y que cuando lo tienen ya no lo quieren. Los españoles, futbolísticamente hablando, siempre hemos envidiado la fiabilidad de Alemania, el resultadismo de Italia, el juego de Holanda… Ahora, por suerte, nuestra selección conjuga todas estas virtudes. Italia, Rusia, Alemania –por partida doble-, Paraguay, Portugal, Holanda y Francia saben de lo que hablo. Ocho victorias en otras tantas eliminatorias entre Eurocopas y Mundial y cero goles en contra. España se ha ganado un respeto y una admiración. Sin embargo, hay compatriotas a los que les aburre la selección.

Ser competitivos, tener estilo propio, jugar bien, tener a los mejores jugadores  y ganar les aburre.  Bendito aburrimiento.

Un problema de concepto

El concepto de selección no ha arraigado nunca en España. O al menos no lo ha hecho de la misma forma que en otros países. Inglaterra, Italia, Argentina o Brasil, por citar algunos ejemplos, entienden a 'su selección'  de una manera muy distinta  a la nuestra.  Es verdad que la Eurocopa de 2008 y el Mundial de 2010 han servido para desterrar un sentimiento de vergüenza, rubor, bochorno, sonrojo y complejo de inferioridad que durante años la  selección nacional ha despertado en muchos españoles. El orgullo y la satisfacción han llegado  al calor de los títulos pero ni la Euro ni el Mundial han logrado la plena identificación del ‘pueblo’ con el combinado español. España sigue siendo el segundo equipo para buena parte de los aficionados españoles al fútbol. Somos un país de club más que de selección. La polémica y la discusión acerca del conjunto nacional siempre llevan el mismo trasfondo.  Es más, Del Bosque y sus alineaciones también. 

Si con tal circunstancia llevamos una estrella en el pecho, imagínense las que podríamos colocarnos  en un futuro si fuéramos capaces de desprendernos de mencionada tara. Disfrutaríamos de la selección y su único color, el rojigualda.