Un periodista siempre quiere estar allí donde está la actualidad. Ayer me hubiera encantado tener la capacidad de desdoblarme y estar tanto en la Ciutat Esportiva Joan Gamper como en la sala de prensa de Valdebebas; Mascherano y Ozil, respectivamente, fueron los protagonistas. Tampoco hubiera estado mal escuchar decir a Perea en Majadahonda lo que muchos no se atreven pero lo que todos los atléticos piensan. Hubiera estado genial estar en Gelsenkirchen presenciando en directo el Schalke 04-Valencia de la Liga de Campeones…
A toro pasado, sin embargo, me alegré de no haber estado presente en la sala de prensa de la Ciutat Esportiva Joan Gamper. Allí sucedió un hecho insólito, bochornoso para la profesión periodística. Mascherano recibió un aplauso de parte de los periodistas que siguen diariamente la información del Barça. Todo empezó por un tímido aplauso por parte de un técnico de sonido que desencadenó segundos más tarde una cerrada ovación hacia el jugador argentino que, atónito, sonrió y se marchó.
Me da lo mismo el motivo del aplauso (el “Jefecito” levantó la voz contra quienes hablan de favoritismo arbitral hacia el Barça y les llamó “hipócritas” y “tontos”), que no deja de ser anecdótico y centrémonos en lo importante (el aplauso en sí). El periodista está para informar, no para ponerse o no de parte del protagonista. La ovación a Mascherano es un reflejo de la situación real por la que atraviesa el periodismo deportivo. Una prensa donde abundan los ‘forofos’ y escasean los periodistas.
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