Lo que le queda por aprender a Cristiano

A alguien que se le presupone profesional y que representa a una institución no debe ponerse nunca al mismo nivel que una afición rival que, en un gesto de mala educación, cobarde y reprochable, paga su frustración con cánticos de muy mal gusto hacia su persona. Cristiano Ronaldo volvió a obsequiar el pasado sábado al público del Calderón con gestos innecesarios y ademanes propios de un provocador. El portugués también se sintió legitimado para animar a su compañero Marcelo a hacer lo mismo cuando le cantaban desde la grada una desafortunada estrofa.

Cristiano pierde cada semana una ocasión para redimirse. No puede ser un maleducado en el campo y pedir luego esa misma educación que a él le falta al resto de los humanos. No le pido que cumpla a rajatabla el precepto cristiano que nos dice que frente a una ofensa debemos “poner la otra mejilla” pero sí hacer “oídos sordos” a provocaciones que, por otro lado, también reciben el resto de sus compañeros.

Por otra parte, me parece loable la sensibilidad existente hoy en día hacia los cánticos irrespetuosos de las aficiones de los equipos de fútbol pero tampoco hay que cogérsela con papel de fumar. Estos insultos han existido desde que el fútbol es fútbol y nunca habían sido llevados más allá de lo anecdótico, jamás se había interpretado la literalidad de las provocaciones lanzadas desde la grada. Cuando se eleva a la categoría de importante se le da un protagonismo a seres que no merecen más que el aire que respiran.